Ulbricht

Cuba, 1926-Galilea, (Mallorca), 2006.

John Ulbricht. Vive en La Habana los primeros cinco años de su vida. En 1930, el padre. Entre 1946 y 1950 estudia en el Instituto de Arte de Chicago, donde conoce Angela von Neumann, se casan y 1950 se van a México donde estudia, pinta y hace la primera exposición individual. Entre 1952 y 1954 es director asistente del Museo de Arte de Denver (Colorado, EE.UU.). En 1956 fija su residencia en Mallorca. Primero, se instala la en Deià y, después, en Galilea (Puigpunyent, Mallorca).

Su trayectoria como pintor se divide en tres etapas:

 Primera etapa: la abstracción expresionista (1950-1963)

En este periodo inicial trabaja la abstracción expresionista con telas de sólida estructura compositiva, texturas sugerentes y formas armónicas y bien distribuidas en conjuntos compensados y equilibrados.

Segunda etapa: las grandes naturalezas muertas (1964-1984)

A partir del 1963, el pintor trabaja formas concretas correspondientes a objetos cotidianos y sencillos, que representa con unas medidas mucho mayores que las reales. Este hecho les confiere, al mismo tiempo, elementos de misterio, interrogación y grandeza. Las obras se presentan dotadas de una atmósfera que suscita sensaciones de proximidad y de un intimismo que se ve subrayado por el carácter perecedero y efímero de los objetos representados. Son campos desiertos y desolados, sin la presencia del hombre y del ganado doméstico, sin casas ni otras construcciones y sin cultivar. No faltan los olivos de cepas gruesas y de formas inverosímiles, casi fantasmagóricas.

Tercera etapa: paisajes del Paraíso (1985 a 2006).

El protagonismo arrollador de los objetos sencillos y cotidianos da paso gradualmente a la creación de paisajes de la Sierra de Tramuntana. Empieza con árboles azotados por el viento, esbrancats y tristes, rodeados de una garriga de verdes austeros. Añade ramas acariciadas por flores silvestres, frutas u hojas de otoño. Seguir a paisajes poblados de flores (margaritas, lirios, amapolas, etc.) acompañadas de trébol, hierba de prado o pastos.  La reiteración del tema y el trabajo de taller llevan el pintor a idealizar los paisajes cada vez más ya dotarlos de formas y dimensiones fantasiosas, que convierten las visiones del campo en representaciones de un paraíso inmenso y luminoso.

A lo largo de la carrera sobresale en buen retratista. Le gusta hacer retratos de gran formato, vistos con encuadres de primeros planos, casi cinematográficos, trabajados con una técnica de apariencia puntillista e interpretados con gran sobriedad.

 

 

Obras

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